29 de junio de 2014

La Religión Oculta: El programa de Satanás y sus esclavos para seducir a la humanidad


Para un creyente católico, como es mi caso, la Biblia es palabra de Dios. No se trata de una adhesión irracional o arbitraria a una serie de libros elaborados por hombres comunes, y de los que se cuenta que recibieron una inspiración especial a la hora de escribirlos. No, para nada. No se trata de eso en absoluto. Pues hay una diferencia radical entre credulidad y creencia. El crédulo es aquel que cree sin razones, ciegamente[1]; la creencia nace siempre de sospechas fundadas, de certezas seguras, de motivos perfectamente plausibles. La religión cristiana, por tanto, está avalada por millones de razones que la respaldan[2].

Por eso confío en la Biblia como palabra revelada, atendiendo con especial cuidado a lo que en ella se cuenta. Entre todo ello hay algunas cuestiones sobre las que los curas pasan de lado, sobre las que no cuentan ni media u omiten directamente; pero alguien tiene que arrastrarlas a la luz, para acotar las sombras que se extienden por la tierra. Como ellos saben muy bien, no todo en esta vida es de color de rosa. Para testimonio el del mismísimo Cristo. Jesús se las tuvo tiesas con el mal en persona, y sufrió el calvario a pesar de ser el único santo, el único bueno, el único justo. La influencia de alguien perverso hizo, aunque cueste creerlo, no solo que los hombres rechazaran al Hijo de Dios, sino que lo crucificaran en un vulgar madero, empujándole a una muerte terrible y vergonzosa.

En relación con esto, entre las páginas de la Biblia se recoge una afirmación sorprendente. En ellas se asegura que el príncipe de este mundo es el diablo[3]. Casi nada. Sin embargo, antes de analizar qué significa esto, es decir, cómo se traducen estas palabras en nuestro acontecer diario, quiero sentar las bases de lo que se enseñará en este espacio. Primero, según lo anterior, Satanás es un ser real, un agente destructor cuyo fin es la perdición de los hombres y en consecuencia la condenación de sus almas[4]. En según lugar, la realidad de Satanás implica un estado de guerra perpetuo entre la raza humana y las potencias sobrenaturales que quieren hacerla pedazos. Ahora bien, donde se da una guerra existen bajas, víctimas, muerte, fatalidad y desgracia. Por tanto, la vida no es un juego y alguien se toma demasiadas molestias para llevarnos a su terreno. La guerra es real. Yo veo esta guerra. ¿Alguien más la distingue?[5]

¿A qué me refiero pues con que veo esta guerra? ¿Qué percibo en el ambiente para afirmar esto? La Iglesia lleva hablando del combate espiritual desde que es Iglesia, esto es, desde hace aproximadamente dos mil años[6]. Pero en mi caso, para hablar de lo que he detectado a través de los sentidos, me remitiré a un descubrimiento. Así pues, lo que descubrí en su día —sería más exacto decir advertí—, es la presencia de esta guerra a partir de la identificación de la mano negra de Satanás en el mundo, de la huella de su pezuña en las obras visibles de esta generación confundida, desviada e impía, de su firma en el ambiente cultural presente, de su aliento en nuestros estilos de vida... Lo cacé visualmente, como digo, a través de sus huellas; aunque antes ya había seguido su pista de forma intelectual, yendo detrás de las locuras que ha gestado con sus cantos de sirena en cada uno de los cinco continentes. Pues los psicópatas y algunos homicidios no se explican sino por su participación directa[7].

Pues bien, como si se tratara de la rúbrica de un pintor sobre un cuadro recién acabado, las obras del demonio y de sus esclavos también están firmadas por ellos mismos; pero no a la usanza tradicional, sino a partir de símbolos que sólo detectan los que se han iniciado antes o después en ellos. Usan una simbología esotérica mediante la que se comunican entre sí y al mismo tiempo se burlan del mundo. Lo que por otra parte es completamente lógico. Mientras Jesús hacía un llamamiento a sus discípulos para que las buenas obras que hicieran a los demás no fueran conocidas por nadie («que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará»[8]), el diablo no puede resistirse a la tentación de encubrir sus fechorías, sus imperdonables transgresiones y crímenes, sus desplantes. Por eso deja constancia de su actividad a través de sus firmas y sellos particulares. Yo descubrí hace no mucho algunos de estos símbolos. Este trabajo, la Religión Oculta, es el esfuerzo que he realizado para que otros puedan conocerlos. Y conociéndolos, entiendan qué cuentan y hacia dónde nos llevan.

Que el diablo es el príncipe de este mundo, por tanto, no es ni más ni menos que él es el padre de las ideas de este mundo, de los ideales que nos mueven, de la gran mayoría de opiniones que profesamos, de nuestras esperanzas y puntos de vista. Esto significa ni más ni menos que lo vemos todo a través de sus gafas. Su voluntad, en el fondo, se identifica con la nuestra. ¿Pero nos damos cuenta? Darnos cuenta, no nos engañemos, exige al menos un ejercicio reflexivo. Pero para comprobar las huellas del diablo en nuestro mundo, para certificar sus firmas y símbolos, ni siquiera hace falta eso. Basta con dos ojos bien abiertos.

Los documentos gráficos aquí recogidos, pues, dan cuenta de la religión oculta, de la tramoya que anuncia toda esta serie de símbolos. El trasfondo es desagradable, delicado, tenebroso y muy grave. Pero sobre todo urgente. Mi intención a partir de aquí será mostrar con todo rigor un rosario de ilustraciones que procedan de fuentes indiscutibles; las interpretaciones que antes o después haga de las imágenes, no tiene por qué compartirlas nadie. Pero yo ya no duermo tranquilo si no hago todo lo que está en mi mano para remediar, en la medida de mis posibilidades, la locura a la que nos están llevando los amos de la religión oculta.

Así pues, como decía, ni siquiera hace falta pensar demasiado para conocer la existencia de la religión oculta, solo necesitamos mirar lo que nos rodea con otros ojos, no con los nuestros, que son los del diablo, sino con unos ojos sanos. Pasen y vean.


LA RELIGIÓN OCULTA

[1] Los incrédulos por su parte han sido cegados por el «dios de este siglo», es decir, por el diablo (2 Corintios 4, 4).
[2] «Son tan sólidos los principios de la fe católica y tan en armonía con las exigencias de la lógica, que son más que suficientes para convencer al entendimiento más exigente y a la voluntad más rebelde y obstinada»: Papa León XIII; Encíclica Aeterni Patris.
[3] Juan 12, 31.

[4] Catecismo de la Iglesia Católica 391-395.
[5] En relación con esto debo decir que no son pocas las personas informadas acerca de los entresijos de lo que yo he llamado la religión oculta. En honor a la verdad yo me he iniciado en este mundo a partir de otros, que investigaron con anterioridad el tema. Sin embargo, con la difusión de estos conocimientos ha caído sobre las almas alertadas más confusión aún, pues las interpretaciones que a día de hoy pueden leerse o escucharse fácilmente en la Red descartan la religión católica de la ecuación exegética, cuando son precisamente Cristo y su Iglesia los enemigos a batir por parte de Satanás y sus esclavos (los amos de la religión oculta).
[6] Catecismo de la Iglesia Católica 407-409.
[7] http://www.interviu.es/entrevistas/articulos/criminales-satanicos. Entrevista a Francisco Pérez Abellán en Interviu.es, uno de los criminólogos españoles más notables (4 de septiembre de 2006). 

[8] Mateo 6, 3-4.

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