Para un
creyente católico, como es mi caso, la Biblia es palabra de Dios. No se trata
de una adhesión irracional o arbitraria a una serie de libros elaborados por
hombres comunes, y de los que se cuenta que recibieron una inspiración especial
a la hora de escribirlos. No, para nada. No se trata de eso en absoluto. Pues
hay una diferencia radical entre credulidad y creencia. El crédulo es aquel que
cree sin razones, ciegamente[1];
la creencia nace siempre de sospechas fundadas, de certezas seguras, de motivos
perfectamente plausibles. La religión cristiana, por tanto, está avalada por
millones de razones que la respaldan[2].
Por eso
confío en la Biblia como palabra revelada, atendiendo con especial cuidado a lo
que en ella se cuenta. Entre todo ello hay algunas cuestiones sobre las que los
curas pasan de lado, sobre las que no cuentan ni media u omiten directamente;
pero alguien tiene que arrastrarlas a la luz, para acotar las sombras que se
extienden por la tierra. Como ellos saben muy bien, no todo en esta vida es de
color de rosa. Para testimonio el del mismísimo Cristo. Jesús se las tuvo
tiesas con el mal en persona, y sufrió el calvario a pesar de ser el único
santo, el único bueno, el único justo. La influencia de alguien perverso hizo,
aunque cueste creerlo, no solo que los hombres rechazaran al Hijo de Dios, sino
que lo crucificaran en un vulgar madero, empujándole a una muerte terrible y
vergonzosa.
En relación
con esto, entre las páginas de la Biblia se recoge una afirmación sorprendente.
En ellas se asegura que el príncipe de este mundo es el diablo[3].
Casi nada. Sin embargo, antes de analizar qué significa esto, es decir, cómo se
traducen estas palabras en nuestro acontecer diario, quiero sentar las bases de
lo que se enseñará en este espacio. Primero, según lo anterior, Satanás es un
ser real, un agente destructor cuyo fin es la perdición de los hombres y en
consecuencia la condenación de sus almas[4].
En según lugar, la realidad de Satanás implica un estado de guerra perpetuo
entre la raza humana y las potencias sobrenaturales que quieren hacerla pedazos.
Ahora bien, donde se da una guerra existen bajas, víctimas, muerte, fatalidad y
desgracia. Por tanto, la vida no es un juego y alguien se toma demasiadas molestias
para llevarnos a su terreno. La guerra es real. Yo veo esta guerra. ¿Alguien más
la distingue?[5]
¿A qué me refiero pues con que veo esta guerra? ¿Qué percibo en el ambiente para afirmar esto? La Iglesia lleva hablando del combate espiritual desde que es Iglesia, esto es, desde hace aproximadamente dos mil años[6]. Pero en mi caso, para hablar de lo que he detectado a través de los sentidos, me remitiré a un descubrimiento. Así pues, lo que descubrí en su día —sería más exacto decir advertí—, es la presencia de esta guerra a partir de la identificación de la mano negra de Satanás en el mundo, de la huella de su pezuña en las obras visibles de esta generación confundida, desviada e impía, de su firma en el ambiente cultural presente, de su aliento en nuestros estilos de vida... Lo cacé visualmente, como digo, a través de sus huellas; aunque antes ya había seguido su pista de forma intelectual, yendo detrás de las locuras que ha gestado con sus cantos de sirena en cada uno de los cinco continentes. Pues los psicópatas y algunos homicidios no se explican sino por su participación directa[7].
¿A qué me refiero pues con que veo esta guerra? ¿Qué percibo en el ambiente para afirmar esto? La Iglesia lleva hablando del combate espiritual desde que es Iglesia, esto es, desde hace aproximadamente dos mil años[6]. Pero en mi caso, para hablar de lo que he detectado a través de los sentidos, me remitiré a un descubrimiento. Así pues, lo que descubrí en su día —sería más exacto decir advertí—, es la presencia de esta guerra a partir de la identificación de la mano negra de Satanás en el mundo, de la huella de su pezuña en las obras visibles de esta generación confundida, desviada e impía, de su firma en el ambiente cultural presente, de su aliento en nuestros estilos de vida... Lo cacé visualmente, como digo, a través de sus huellas; aunque antes ya había seguido su pista de forma intelectual, yendo detrás de las locuras que ha gestado con sus cantos de sirena en cada uno de los cinco continentes. Pues los psicópatas y algunos homicidios no se explican sino por su participación directa[7].
Pues bien, como
si se tratara de la rúbrica de un pintor sobre un cuadro recién acabado, las
obras del demonio y de sus esclavos también están firmadas por ellos mismos;
pero no a la usanza tradicional, sino a partir de símbolos que sólo detectan
los que se han iniciado antes o después en ellos. Usan una simbología esotérica
mediante la que se comunican entre sí y al mismo tiempo se burlan del mundo. Lo
que por otra parte es completamente lógico. Mientras Jesús hacía un llamamiento
a sus discípulos para que las buenas obras que hicieran a los demás no fueran
conocidas por nadie («que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha, para
que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará»[8]),
el diablo no puede resistirse a la tentación de encubrir sus fechorías, sus imperdonables
transgresiones y crímenes, sus desplantes. Por eso deja constancia de su
actividad a través de sus firmas y sellos particulares. Yo descubrí hace no
mucho algunos de estos símbolos. Este trabajo, la Religión Oculta, es el
esfuerzo que he realizado para que otros puedan conocerlos. Y conociéndolos,
entiendan qué cuentan y hacia dónde nos llevan.
Que el
diablo es el príncipe de este mundo, por tanto, no es ni más ni menos que él es
el padre de las ideas de este mundo, de los ideales que nos mueven, de la gran
mayoría de opiniones que profesamos, de nuestras esperanzas y puntos de vista. Esto
significa ni más ni menos que lo vemos todo a través de sus gafas. Su voluntad,
en el fondo, se identifica con la nuestra. ¿Pero nos damos cuenta? Darnos
cuenta, no nos engañemos, exige al menos un ejercicio reflexivo. Pero para
comprobar las huellas del diablo en nuestro mundo, para certificar sus firmas y
símbolos, ni siquiera hace falta eso. Basta con dos ojos bien abiertos.
Los documentos
gráficos aquí recogidos, pues, dan cuenta de la religión oculta, de la tramoya que
anuncia toda esta serie de símbolos. El trasfondo es desagradable, delicado, tenebroso
y muy grave. Pero sobre todo urgente. Mi intención a partir de aquí será mostrar
con todo rigor un rosario de ilustraciones que procedan de fuentes
indiscutibles; las interpretaciones que antes o después haga de las imágenes,
no tiene por qué compartirlas nadie. Pero yo ya no duermo tranquilo si no hago
todo lo que está en mi mano para remediar, en la medida de mis posibilidades,
la locura a la que nos están llevando los amos de la religión oculta.
Así pues, como
decía, ni siquiera hace falta pensar demasiado para conocer la existencia de la
religión oculta, solo necesitamos mirar lo que nos rodea con otros ojos, no con
los nuestros, que son los del diablo, sino con unos ojos sanos. Pasen y vean.
LA RELIGIÓN OCULTA |
[1] Los
incrédulos por su parte han sido cegados por el «dios de este siglo», es decir,
por el diablo (2 Corintios 4, 4).
[2] «Son tan sólidos los principios de la fe católica y tan en armonía con
las exigencias de la lógica, que son más que suficientes para convencer al
entendimiento más exigente y a la voluntad más rebelde y obstinada»: Papa León XIII; Encíclica Aeterni Patris.
[5] En relación
con esto debo decir que no son pocas las personas informadas acerca de los
entresijos de lo que yo he llamado la religión oculta. En honor a la verdad yo
me he iniciado en este mundo a partir de otros, que investigaron con
anterioridad el tema. Sin embargo, con la difusión de estos conocimientos ha
caído sobre las almas alertadas más confusión aún, pues las interpretaciones
que a día de hoy pueden leerse o escucharse fácilmente en la Red descartan la
religión católica de la ecuación exegética, cuando son precisamente Cristo y su
Iglesia los enemigos a batir por parte de Satanás y sus esclavos (los amos de
la religión oculta).
[7] http://www.interviu.es/entrevistas/articulos/criminales-satanicos. Entrevista
a Francisco Pérez Abellán en Interviu.es,
uno de los criminólogos españoles más notables (4 de septiembre de 2006).
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