11 de julio de 2014

¿Qué es la Masonería? Una sociedad secreta pagana, ocultista y satánica irreconciliable con la fe cristiana


La Masonería es la religión oculta. Una sociedad secreta pagana, ocultista y satánica irreconciliable con la fe cristiana, que persigue, entre otras cosas, su extinción. La inspiración de sus obras es maléfica y puede verse su mano negra abonando la cada vez más extendida apostasía general. El corazón de la Masonería es satánico, aunque no todos sus miembros lo sean conscientemente. Un estudio fundamental sobre la materia, accesible además al público no especializado, es Masonería, Satanismo y Exorcismo de Ricardo de la Cierva. En él, las conexiones que establece el autor son indiscutibles. En cambio, los masones se presentan como individuos afiliados a una orden, fraternidad o sociedad filantrópica cuya finalidad es el perfeccionamiento moral personal, el progreso social, el desarrollo de la técnica, la divulgación del conocimiento y todo tipo de buenas obras con la guía de la libertad y la razón.

Y esto es así en gran parte de las logias del planeta, que forman lo que se llama la Masonería visible, es decir, los individuos de segundo orden o masones rasos, atraídos por los vacíos misterios que promete esta secta o los beneficios que conlleva pertenecer a una sociedad secreta (contactos, sensación de superioridad, protección...). Las élites masónicas sin embargo persiguen otros fines; disponen por tanto de otra agenda. Esta dimensión de la Masonería es la invisible, y la que domina los resortes de la organización y elabora como decíamos su agenda. Con todo, ambas son irreconciliables con la religión cristiana. Adoran a su propio dios (el Gran Arquitecto del Universo), cuando no son abiertamente ateas: celebran su propio culto y se rodean de símbolos y terminologías propias de cualquier religión organizada. Pero lo fundamental, como se ha dicho, es que la masonería es decididamente anticristiana.

Por tanto, podemos ver su antagonismo en aspectos fundamentales. Así pues, ¿cómo podemos distinguir esta oposición evidente?

En primer lugar porque la mentalidad masónica choca frontalmente con la cosmovisión cristiana, por ejemplo en el acceso de los hombres a la verdad y la luz (cosas opuestas para cristianos y masones). Mientras que para la Iglesia el mensaje de salvación es universal y abierto a todos los hombres, para la Masonería al verdadero conocimiento sólo puede llegar un grupo de hombres elegidos que se relacionan de forma oculta entre sí, iniciados previamente en los misterios de la orden. Y que además sólo se reconocen entre ellos, guardándose de pasar por tales en público. De esta manera, una sociedad secreta sólo puede perseguir, por su propia naturaleza, fines ocultos, aspirando así a manejar al resto de hombres sin que estos se percaten. 

Minucio Félix, apologista cristiano del siglo III, formuló un aforismo que sirve para entender el proceder de los masones: «Las cosas buenas aman siempre la publicidad; los crímenes, en cambio, se cubren con el secreto».

En segundo lugar porque la Masonería se sitúa por encima del resto de religiones sin oponerse en apariencia a ninguna de ellas. El fin es sustituirlas por la suya, y para ello fomenta la idea de que las religiones particulares deben relegarse al ámbito privado. Idea que ha cosechado enorme éxito en nuestros días, pues se escucha en los medios y por extensión en la calle con frecuencia.

En tercer lugar porque el dios masónico, llamado el Gran Arquitecto del Universo, es antagónico de Jesucristo, al cual niega su condición de redentor de la humanidad. Por lo cual, las doctrinas de Cristo y la Masonería son irreconciliables. Paradójicamente, los miembros de esta última institución no admiten dogmas, pues niegan una conciencia objetiva de la verdad, fomentando así el relativismo; equiparan todas las religiones, con lo que la verdadera pasa a ser falsa y viceversa pues entre ellas hay contradicciones insuperables; rechazan la gracia divina y afirman la autosuperación y el perfeccionamiento del individuo autónomo. 

Y en cuarto lugar, porque aunque no se reconocen como religión, su ambición es tumbarlas todas y erigirse como superreligión en detrimento de las otras. No en vano sus miembros se reúnen en templos, llaman a quien preside sus reuniones Venerable Maestro, ofician con un altar de por medio, tienen sus propios ritos, se rodean de símbolos cristianos y de otras religiones paganas, realizan misas negras... En definitiva, celebran su propio culto. Y en el fondo el dios que veneran es Lucifer, o Satanás (el adversario), que en términos bíblicos es el mismo individuo.

La adoración del ídolo satánico se remonta de hecho a los orígenes mismos de la Masonería. Algunos eruditos (José Alberto Villasana) defienden que la Masonería nació en la corte del rey Herodes Agripa, el 24 de junio del año 43, cuando un grupo oculto y criminal compuesto de judíos, movidos por el odio a los seguidores del nazareno, que se multiplicaban por los dominios del Imperio, crearon con la aprobación del rey la Fuerza Misteriosa o La Hermandad, una sociedad secreta cuyo fin era perseguir a los cristianos. Sea cierta o no esta versión, lo cierto es que exactamente otro 24 de junio, esta vez de 1717, aparece la Masonería moderna, adoptando precisamente este nombre, y bajo las consignas de «libertad, igualdad y fraternidad». Su participación oculta en el desencadenamiento de la Revolución Francesa, en la gestación del comunismo, en docenas de revoluciones históricas y atentados políticos, y en miles de acontecimientos actuales, forma parte de la historia real. Historia real pero encubierta. Así, bajo ese nuevo y «tolerante» rostro muchos incautos cristianos cayeron en sus redes y fueron infiltrados, como caballos de Troya, dentro de la propia Iglesia. Los Masonería, por tanto, cuenta con orígenes judío-satánicos.

Por este motivo a la Masonería le llovieron denuncias desde su mismo nacimiento a principios del siglo XVIII. Y fue condenada por estados, reyes, incluso papas. La Iglesia mantiene actualmente la pena de excomunión para los católicos que están afiliados a esta sociedad secreta. Pues bien, el primer papa en condenar los peligros de la Masonería fue Clemente XII, en 1738, y el gran desenmascarador de la misma, el papa León XIII, en su encíclica Humanum Genus, dijo de la Masonería que es «contraria a la justicia y la moral natural» y que su fin era «conspirar en detrimento de la Iglesia y los poderes del Estado». A la vista están hoy sus resultados. La inversión de los valores cristianos, el proceso secularizador y la embestida contra todo lo sagrado. Además, León XIII insistió en el combate espiritual, recordando que después del pecado original el género humano quedó dividido en dos partes; una trabajaría por restablecer el reinado de Dios, mediante la obediencia a sus leyes y el reconocimiento de Jesucristo y su Iglesia, y la otra lo haría por el reinado de Satanás, a partir de la desobediencia y la guerra a Dios y su Iglesia. Y señaló a continuación que la Masonería era un poderoso aliado de este último, es decir, del maligno.

Ahora bien, la Masonería no es la única institución enemiga de Cristo. La segunda institución enemiga de Cristo y su reino, y la más peligrosa, pues llegó a penetrar la Masonería y auparse a la cabeza de la misma, es la sociedad satánica de los Illuminati, o iluminados de Baviera. Su fundación se remonta al 1 de mayo de 1776. Hoy este grupo se identifica con la Masonería invisible y tiene por ídolo a Satanás, llamado por sus miembros Lucifer, el portador —según ellos— de la luz. No es extraño por tanto que los masones se llamen a sí mismos «hijos de la luz».

Esto es en esencia la Masonería. Una sociedad secreta pagana, ocultista y satánica irreconciliable con la fe cristiana.


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